
Por Fátima Adriana García
Es necesario ganar la voluntad de los hombres,
o deshacerse de ellos porque, si les causa ofensa ligera,
podrán luego vengarla; pero arruinándolos, aniquilándolos,
quedan imposibilitados de tomar venganza.
Nicolás Maquiavelo
Alguna vez escuché a alguien decir que, en la historia, incluso en la nuestra, han existido momentos que han impedido al tiempo transitar de manera igual, y para muestra, podemos señalar a aquellas grandes obras musicales que lograron traspasar el velo de los siglos, o aquellos textos literarios escritos en épocas antiguas consideradas de grandes pensadores, los descubrimientos científicos que cambiaron el rumbo de la humanidad, brindando nuevas esperanzas y qué decir de aquellos amores que aún permanecen silenciosos en nuestros recuerdos, esos amores que uno nunca olvida.
Sin embargo, cuando de crueldad se trata, es la historia quien nos ha demostrado en distintos momentos, que el ser humano es capaz de cometer los actos más atroces, pues las nuevas e inéditas formas de violencia, expresan un sadismo y odio devastador que, por momentos parecieran apaciguarse, pero en otros se recrudece colocando al sujeto en un estado de extrema vulnerabilidad.
Tan solo recordemos por un momento el terrible Holocausto, las escenas de los campos de concentración, pero centrémonos solamente en Auschwitz Birkenau, pensemos en aquellos rieles en esos lugares lejanos de Polonia cuyos vagones transportaron a miles y miles de judíos, sin advertirles que, una vez cruzando el umbral, atravesaban a una frontera sin retorno, pero ¿por qué pensar en Auschwitz? quizá la respuesta es, porque nunca ha dejado de suceder, y fue el filósofo italiano Giorgio Agamben quien mencionó que estas escenas se siguen repitiendo, en distintos momentos y en distintas culturas, siendo que las consecuencias han recaído sin duda alguna en la transformación de la subjetividad.
Alguna vez el periodista polaco Maciek Wisniewski señaló que una de las extensiones de Auschwitz Birkenau se llama México, pues el tipo de violencia ejercida en nuestro país han puesto de manifiesto que el terror que ejerce el crimen organizado nos ha sumido en una verdadera catástrofe social, siendo que el miedo y el control sobre la población, parecieran ser el objetivo principal, convirtiéndonos así en una “zona gris”
Es cierto que México es una sociedad proclive a la violencia, por lo tanto, existen sujetos violentos, sin embargo, nuestra cultura ha revelado como síntoma la persecución no solamente de mujeres en nuestro país, sino también de hombres cuyas familias han cargado con el dolor y sufrimiento de una manera silenciosa.
Si volteamos a mirar el marco político, vemos cómo el proceso electoral ha sido uno de los más violentos, registrando un alto número de asesinatos entre precandidatos y candidatos en todo el territorio mexicano durante sus campañas y a la vista de simpatizantes ¿acaso por condiciones de competencia electoral? o bien ¿podríamos vincular estos estas muertes al crimen organizado y sus intereses?
Lo que es una realidad, es que, como ciudadanos, participar dentro de la política, forma parte de los derechos electorales que algunos han ganado por mérito propio.
Lamentablemente vemos que no bastan las marchas, la exigencia a la autoridad en cuanto a protocolos no han sido suficientes porque México simplemente se “salió de las manos” hace mucho tiempo, pero creo que el ciudadano debe resistir, hacer ver los derechos y las limitaciones a quienes ejercen violencia, no hablo de resistir a la autoridad sino al injusto, al transgresor de nuestros derechos. ¿Por qué aniquilar? ¿Por qué la necesidad de colocar al sujeto en el silencio y en lo invisible? ¿Acaso hay que pacificar al asesino dejándose matar?