Lo que hicieron en la UDLAP son chingaderas

Erick Becerra

Este miércoles tuve una conversación con el gobernador Miguel Barbosa en su oficina de Casa Aguayo.

Durante el noticiario Tribuna 98.7, conversamos acerca del escándalo de la UDLAP, del COVID-19 y la decena de jóvenes contagiados en Cancún, de la economía y de los partidos políticos.

Vi a un gobernador relajado, concentrado en sus batallas y con una visión clarísima de lo que debe ser su gobierno.

Se dio tiempo para bromear, para antojar las chalupas del 15 de
septiembre en el Grito de Independencia que dará en el pequeño balcón de Casa Aguayo, y de exigir preguntas de grilla política antes de concluir la entrevista.

Escuché a un gobernador seguro de que su estilo de gobierno frontal ante la hipocresía está definido y no tiene tregua.

Un gobernador que está a punto de cumplir dos años al frente del
Ejecutivo, convencido de su cruzada contra el stablishment poblano.

Vi a un mandatario convencido de su lealtad a Andrés Manuel López Obrador, a quien por cierto, siguen aprobando en Puebla, a pesar de lo que se puede suponer.

Vi un gobernador que no duda en decir que lo que hicieron los Jenkins y Derbez en la UDLAP fue un desmadre, una chingadera, pues.