La guerra contra la ciencia

Erick Becerra

Ya entendí cuál es el origen de la guerra contra la ciencia. Al principio pensé que era político. No lo es. Es religioso. Es la fe por encima de la razón. Con razón cuesta tanto trabajo comprenderlo.
No es la primera vez en la historia en que se desprecia la ciencia, la razón y se pone por encima a la fe. Cualquiera. Toda ella. Hasta Trumpo lo hizo.
El actual gobierno federal ha emprendido una lucha férrera contra la ciencia. Más directamente, contra los científicos. No todos. Contra sus amigos, no. Pero contra sus adversarios, sin duda.
Hay decenas de casos y la treintena de acusaciones en contra del Foro Consultivo del Conacyt es muestra de ello.
También lo es el caso del actual acoso contra el prestigiado investigador Guilermo Sheridan y el año pasado contra el Dr. Leopoldo Altamirano.
Al gobierno federal no le interesa la ciencia. Tampoco se salva el anterior, por cierto. La ley federal de la materia establece la obligación de destinar 1% del PIB a su desarrollo, pero apenas se destina .03%. De hecho, estamos por debajo del promedio de los países de la OCDE, que es del 2.4%, y la recomendación internacional del 5%.
Es por ello que me llama la atención la iniciativa de reforma que presentó el viernes la diputada federal Blanca Alcalá en el pleno de la Cámara de Diputados para incrementar hasta 1.5% del PIB el presupuesto para Ciencia y Tecnología.
“En los últimos 10 años, el monto asignado para ciencia y tecnología ha sido entre el 0.2% y 0.3% y tuvo magro crecimiento entre el 2014 y 2015”, declaró en tribuna la diputada federal del PRI.
La exalcaldesa, exsecretaria de Finanzas y ex embajadora de México en Colombia propuso la reforma al artículo 9 BIS de la Ley de Ciencia y Tecnología, y puntualizó que sólo con la inversión en formación de capital humano, en ciencias e informática, en tecnología e innovación, se lograrán los objetivos de crecimiento y desarrollo que requiere el país.
“Apostémosle a la ciencia, a la tecnología e innovación para dejar de lado la ignorancia, superar la pobreza y lograr una redistribución igualitaria de la riqueza”, sostuvo.
Y es que en efecto, aseguró que la ciencia, junto con la innovación y la tecnología son la triada que ha marcado la pautada de los estadios civilizatorios y del desarrollo de las naciones”. Y ahí está la clave de por qué no quieren apoyar la ciencia en este país.
La priista nos recordó un dato: a nivel de investigadores por millón de habitantes, estamos por debajo del promedio de la región con solo 260 investigadores, lejos incluso de Argentina y Brasil.
También dijo algo cierto que no ocurre en otros países: del total del gasto, 63% proviene del sector público y solo 23% proviene del sector privado, por lo que urge aumentar la inversión privada en la materia.
Ahora bien, además de la persecusión contra científicos de este país que no están alineados a la 4T nos sorprendimos con un nuevo código de ética que emitió el Conacyt no sólo a trabajadores del Consejo sino incluso a aspirantes, lo cual es claramente violatorio de las garantías individuales en materia de libertad de expresión.
¿Qué busca el Conacyt con esto? ¿En serio creen que pueden hacer lo que les plazca?

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