Verdades incómodas que necesitamos escuchar para conectar entre generaciones

Hay verdades que nadie quiere escuchar porque, para ser honestos, incomodan mucho. Verdades que nos exponen, que nos cuestionan, pero, sobre todo, que nos obligan a mirar hacia adentro con honestidad. Pero cuando hablamos de adolescentes, jóvenes y adultos que los acompañamos, hablar de esas verdades incómodas es necesario ya que sirven de puente para conectar, comprendernos y crecer juntos.
En una actualidad donde lo inmediato es lo normal y lo incómodo se evita, tanto jóvenes como adultos compartimos un pensamiento constante: si algo me incomoda, lo dejo y si algo me reta, lo evito. DE esta manera, una gran verdad incómoda es que la comodidad muchas veces nos desconectade nosotros mismos, de nuestras emociones y de las personas que amamos.
Los adolescentes y jóvenes buscan respuestas rápidas, y los adultos soluciones inmediatas. Ambos terminamos atrapados en un ciclo donde la prisa nos impide escucharnos de verdad, pasando por alto que sin escucha no hay encuentro.
Entonces pienso en otra verdad incómoda: a nadie le gusta mirar por dentro. Es decir, realmente incomoda cuestionar nuestros miedos, frustraciones, inseguridades y contradicciones. Para los adolescentes y jóvenes, resulta difícil porque se siguen descubriendo y para los adultos representa un reto porque temen aceptar en quiénes nos hemos convertido.
Aunque parece una tarea difícil, el autoconocimiento es el único camino para tomar decisiones reflexivas, construir relaciones sanas o mantener expectativas reales en la vida. A través del autoconocimiento los adultos transmitimos el mensaje de que no todo tiene que ser perfecto o estar resuelto para estar bien y vivir tranquilos.
Desafortunadamente pareciera que tanto adolescentes como jóvenes viven en un mundo opuesto al de los adultos. Mientras los primeros piden libertad, los segundos pedimos prudencia, mientras los jóvenes buscan experimentar, los adultos procuramos tener todo bajo control. Y en ese intento de perseguir sus ideales, muchas veces ambos dejan de escucharse, colocando una barrera que difícilmente el otro cruzará.
En este sentido aparece otra verdad súper incómoda: los adolescentes y jóvenes necesitan la experiencia de los adultos y los adultos necesitan la sensibilidad y la perspectiva de los jóvenes. Y saberlo es una oportunidad para entender que todos necesitamos de todos y es ahí donde se empiezan a construir puentes que nos mantengan unidos, a pesar de la brecha generacional.
La conexión entre generaciones se da a partir de la escucha activa y el diálogo honesto; de escuchar sin interrumpir; de preguntar sin acusar, de acompañar sin imponer y de mostrar lo que somos sin miedo a la vulnerabilidad. Los adolescentes y jóvenes necesitan sentirse vistos, no vigilados; los adultos necesitamos sentir que aún tenemos algo que ofrecer, sin cargar con la idea de saberlo todo.
Las verdades incómodas no están ahí para avergonzarnos, sino para despertarnos y recordarnos que crecer implica paciencia, humildad y valentía, sin importar la edad o la etapa en la que nos encontremos. Así, si logramos -todos- mirarnos con honestidad, hablar con claridad y escucharnos con empatía, podremos construir relaciones más fuertes, más humanas y más reales entre generaciones.
En el fondo, todos seguimos aprendiendo y esa, es quizá, la verdad más liberadora de todas.
Teresa Juárez González
IG: @teregonzz14