Telaraña

Por Mayra Labastida

La vida es tan frágil y tan fuerte como un hilo de telaraña, es casi transparente, pero al tocarlo difícilmente se destruye, y en los dedos la resistencia de este material es tan poderosa que de se quedan residuos de aquella fórmula extraña que deja huella, así como la vida misma.

Los paramédicos hacen todo lo posible por devolverle a la vida, en sus caras se observa la desesperanza. Un tráfico lento es testigo de la escena y como cada espectador va sorprendiéndose mientras avanzan poco a poco.

Un hombre y una mujer lloran en la parte trasera de un vehículo mientras observan la reanimación del que parece ser su familiar.

El hombre a quien reaniman tendrá unos 65 años, tiene una barriga prominente que se mueve al compás de las manos de quienes intentan regresarle la vida.

Parece que hasta hoy se cierra su capítulo de vida, en breves segundos la angustia de los que miran desde los locales cercanos, les recuerda que quizá deban llamar a sus seres queridos para disculparse, para despedirse. La escena les confirma la gratitud por la vida y otros observan cobardes pidiendo estar en aquel estado para olvidarse de sus problemas.

No hay más color en aquel cuerpo inerte que recibe el frío de la mañana en el asfalto de una calle llena de tráfico.

Quienes vamos conduciendo lo observamos, en medio de ruidos de bocinas de automóviles que sugieren tener la precaución para no chocar.

Algunos se persignan frente a lo que piensan es ya un cadaver. Otros se lamentan la desgracia de aquellos que le lloran y esperan a que los paramédicos puedan hacer algo, y vuelvan a tener el milagro de la vida frente a ellos.

Tiene cerrados los ojos, parece dormido, muchos movimientos intentan despertarlo. En su semblante se nota un descanso profundo, como agradeciendo desprenderse de este mundo, como gritando se le deje en paz.

El verde del semáforo da, y los que acabamos de presenciar el final del acto, nos retiramos asustados y condolientes, pero al mismo tiempo soberbios de saber que esa no es nuestra historia.

En los caminos del día, recordaremos brevemente el rostro de aquel hombre que a gritos nos llama, hoy podrías ser tú el que esté tirado recibiendo ayuda para volver al vivir, la línea es muy delgada como suave telaraña, hay que aferrarse un poco para después como aquel hombre solo dejarte ir.