Sobre “Del polen”, de Víctor Toledo

César Pérez González / @Ed_Hooover

Señalaba Martin Heidegger, al abordar la obra de Friedrich Hölderlin, que el verdadero poeta es quien está expuesto a los relámpagos de los dioses. No puede ser de otra manera –siguiendo al filósofo alemán– pues sólo éste logra devolverles su nombre original a través de la más inocente de las ocupaciones: poetizar. Al fin, este diálogo permite al poeta atender la fuerza del rayo y ceñirse de signos para compartirlos con los otros.

Entonces, el verdadero poeta, de acuerdo con Heidegger, debe trascender su tiempo y acceder a la instauración del ser en la palabra. Labor complicada al considerarse que el ser humano vive en el tiempo de la inmundicia –la medianoche del mundo, si se prefiere– pero no imposible.

La poesía del Víctor Toledo reúne estas características, un intenso diálogo ida y vuelta; el retorno a ese signo originario que vio Heidegger en Hölderlin, afianzado –ahora– en “Del Polen”, poemario publicado por Buenos Aires Poetry. En su obra el lenguaje luce sin ataduras, adquiere proporciones exactas y no es mero artificio, al contrario, cada verso va tejiendo estructuras fónicas y de sentido que dan pie a la aparición sutil de juegos de palabras y concatenaciones.

Un autor que domina los recursos a su alcance, estructuralmente hablando, sin que por ello fuerce el ritmo natural del poema, secuencia viva cuya referencia habita la naturaleza. Así, en “Sueño de una noche de San Juan”, dice:

Titania está dormida

Las hadas la vigilan,

Lanzadas a su luna

Velan su desnudo sueño

Que proyecta la vida,

Luciérnagas prendidas

En su pabellón dorado.

“Del Polen” también es la metáfora de la palabra, creación misma: nombrar al objeto no sólo es delimitarlo, sino instaurarlo en el “ahora”, dotarlo de ese “polvo de oro/De la eternidad” con que surge del blanco “Polen”, poema con que inicia el libro. Inclusive, esta palabra creada sirve a Víctor Toledo para concretar una definición de poesía. Dice: “La poesía es el caracol del sonido”, una combinación de mundo e imagen; música y silencios. Forma y fondo.

Además, el rasgo de atemporalidad es visible cuando transita de cosmovisión en cosmovisión, ya sea la católica o griega, esta última impregnada en la mayor parte del libro, pues acopla en un sólo diálogo dichas tradiciones, como lo demuestra la organización del poemario: “Del polen”, “Canto de una noche de San Juan” y “Los Dioses”.

Tejedor de lenguaje, Víctor Toledo asume el rol de guía para sus lectores, es capaz de articular una idea poética precisa y ofrecer una “danza de notas coloridas” que un campo de lavandas:

De la constelación azul-morada

Llega su perfume de lavanda

Cuando llueve

Y enciende

La banda sonora de las ranas

La colección que nos convoca este día ofrece para quien busca una poesía original –en el sentido observado por Heidegger– una luminosidad que va de la mano con símbolos vitales, el polen, la miel, la luz, el sol. En estos dos últimos invariablemente traen a la memoria a Carlos Pellicer o José Gorostiza en “Canciones para cantar en las barcas”, una obra que no se cansa de parpadear.

Sin duda, el lector de “Del Polen” encontrará motivos para hacerlo una referencia obligada en la literatura mexicana contemporánea, porque trascenderá los paradigmas que el academicismo ha buscado imperar en la poesía del presente siglo. No es aventurado decir que en “Del Polen” todas las palabras son justas y cuenta con la fuerza lírica que renovará el género porque sabe defenderse bajo la bandera de la universalidad, característica que parece olvidada entre quienes utilizan la palabra como materia prima de creación. Enhorabuena y que brille “Del Polen”.