
Migue Cholula
Dicen los que Saben que llegó la hora de la verdad: desde este lunes, los automovilistas tendrán que presentar el examen práctico obligatorio para obtener su licencia de conducir.
Sí, aunque usted no lo crea, ya no bastará con el clásico examen teórico de memoria corta; ahora será un simulador el que dictamine si usted puede circular con el codiciado plástico en la cartera.
La medida, prevista en la nueva Ley de Movilidad, no es menor.
Busca poner freno a los siniestros viales que, dicho sea de paso, se dispararon en Puebla con un 48% más de muertes en el primer semestre de 2025 en comparación con el año pasado.
Y ojo: no son solo cifras frías, son familias destrozadas y vidas que se apagan en cualquier esquina.
El examen, en apariencia, no es un monstruo: ocho minutos, dos fases, 100 puntos posibles y un mínimo de 60 para aprobar.
Fácil, ¿no?
Pues cuidado: si atropella a un ciclista en el simulador, invade banquetas o se pasa el alto como si fuera la 11 Sur un lunes cualquiera, olvídese de su licencia.
La Secretaría de Movilidad y Transporte que encabeza la experimentada Silvia Tanús, presume que los equipos –instalados en 21 Centros Integrales de Servicios y en las oficinas centrales– ofrecen una experiencia “didáctica y segura”: volante, pedales, cinturón y transmisión automática.
Todo incluido en el mismo precio de siempre: $1,015 por tres años o $1,485 por cinco. Nada mal para un viaje de realidad virtual.
La gran pregunta, sin embargo, sigue en el aire: ¿alcanzará esto para salvar vidas?
Porque de poco sirve jugar al conductor responsable en un simulador si en la calle real la ley se aplica a medias, los choferes del transporte público hacen su propia regla y el alcohol al volante sigue siendo un enemigo sin castigo.
Dicen los que saben que el verdadero examen no dura ocho minutos, sino las 24 horas de cada día. El reto no es mover un volante de plástico, sino sobrevivir a un sistema vial donde el caos manda.
En fin.
La pelota está en la cancha del Gobierno: demostrar que esto no es un teatro con luces y pantallas, sino el inicio de una política seria para que Puebla deje de ser territorio de accidentes anunciados. Porque, al final, la vida no se juega en un simulador ¿O no?
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