Nadie sabe para quien trabaja

Por Mayra Labastida 
-Buen día- saludé sin animo.
-Bienvenido al Registro Civil  ¿cómo podemos apoyarlo? – contestó una señorita con gesto amable.
-Quiero dejar de ser el padre de mi hijo.
Asombrada por mi solicitud , me acercó una silla, me pidió sentarme y comencé con mi historia:
No me había vuelto loco por una mujer hacia mucho tiempo. Pensaba que todas esas cosas eran de jovencitos y yo ya estaba alcanzando mi tercera decena de años.
Aunque era joven me preocupaba nunca haber tenido una experiencia seria, una relación estable, no era experto en temas del amor.
Cuando la conocí sabía que no era una mujer libre y sin embargo su personalidad me estremecía tanto y en todo momento que sin importarme decidí acercarme a ella.  Siempre alegre y gentil me correspondió a una amistad. En un arranque de celos (para mi fortuna o quizá más desgracia) su pareja decidió terminar con ella solo por vernos platicando.
Y no pareció molestarle, entonces comenzamos a salir.
Un día cuando teníamos ya un mes juntos , ella me dijo: “estoy embarazada“.
La noticia me cayó de golpe, mi intención era conocerla bien antes de tener intimidad con ella, el hijo no era mío, había quedado embarazada de su anterior novio.
Yo honestamente no estaba preparado para es rol y preferí alejarme y ella estuvo de acuerdo, aunque buscó al padre de su hijo, éste jamás quizo reconocerlo.
Yo sentía mucha tristeza de verla esforzarse tanto con su pequeño, me enteré que le había puesto sus apellidos y pensé: no creo que necesite de nadie en realidad.
Pero el amor me ganó, la extrañaba y volví a acercarme. Quizá porque estaba sola y cansada de tanto trabajar decidió regresar conmigo. Esta vez estaba seguro de que mi deber era cuidarlos.
Con el tiempo le pedí algo que pensé que quizá no iba a querer:
– Quiero reconocer cómo hijo mío a Dieguito, quiero ponerle mis apellidos para que me diga papá.
Ella, aceptó sin problema. Y venimos aquí  para tramitar un Registro de reconocimiento de hijo.
Trájimos todos los documentos ese día, verificamos los nuevos datos del acta, claro yo como nuevo padre y por supuesto firmamos de común acuerdo. En treinta minutos mi vida cambió de inmediato.
Fuimos una familia hermosa, Dieguito me decía papá, yo cumplía con el gasto, los paseos, las responsabilidades. Hasta que el padre biológico pensó que estaba arrepentido.
Un día ella no me respondió el teléfono, y llegó muy rara y tarde a la casa:
– He pensado  que Dieguito debería estar con su verdadero padre, un día se va a enterar y no me gustaría que se confundiera. Además tú siempre estás trabajando, nunca nos vemos ya ni pareja somos. Creo que debemos terminar, yo me voy a llevar a mi hijo.
Cada palabra era como un martillo quebrándome los huesos, una frase me destrozó una parte de mi alma.
Aunque le rogué que se quedara conmigo, se fue. Me abandonó sin importarle nada. Yo pensé que el niño no debía estar sin su madre y los dejé ir.
Ella comenzó a hacer su nueva “feliz” familia, yo me quede mirando desde la barrera.
Dieguito está por cumplir cinco. Y apenas ayer me enteré que se habían separado, al parecer la golpeaba.  Y me enteré porque a mi casa llegó una notificación para pensión alimenticia.
Me quedé asombrado porque en el tiempo que se fue nunca me pidió nada. No sé que mal le pude haber hecho a esa mujer, y como pude creer que un día sintió algo por mi.
 – Necesito  que me pases dinero, tú eres el padre legal de Dieguito, espero pronto saber de ti.
Decía una nota junto al documento.
Por eso vine a pedirle su apoyo señorita, necesito que me ayude a dejar de ser el padre de Dieguito, yo podría mantenerlo ¿pero porque así? no se me hace  justo.
Después de mi larga historia, la señorita volvió a mirarme:
– Lamento informarle que fue voluntad de usted asumir la responsabilidad en favor del reconocido con todos sus derechos y obligaciones, esto no es un juego de quitar y poner apellidos a los niños. Usted es el padre legítimo y se debe a sus responsabilidades, lo mejor será que lo asesore un abogado.

Cuando decidí tener mi primer hijo, asumía que un padre debía tener el vínculo cuasi sanguíneo con pequeño a pesar de que no fuera mío, hoy además de que no me llama papá, soy solamente para él y su madre una cifra de dinero.