La otra cara de la moneda… pueblo virtual que opina mucho, pero sabe poco

Fátima García

“Y por ello, se trata de gozar de la vida, de consumirla antes de que no quede nada” Bakunin

La época neoliberal es insistente en fabricar personas completas, plenas, idílicas, sin fracasos ni fisuras. Si lo analizamos detalladamente, esta exigencia que empuja el mismo sistema, coloca a los individuos a tener una idea de satisfacción perpetua y continua, que no es más que alimento narcisista que funciona como fanatismo puro.
Sin embargo, es preciso decir que el Estado es también una máquina de reproducción de ilusiones; vivimos incluso en la Era de los datos, donde las opiniones expresadas en forma de estadística no tienen ninguna consistencia; los grupos muestra no son representativos, su argumentación es pobre y su profundidad será siempre inexistente.
Las nuevas formas de reeducamiento social a través de los espacios virtuales y televisivos, además de crear un campo fértil para la manipulación, impiden al individuo ser poseedor de una crítica y reflexión propia, pues tal pareciera que todo debe hacerse según los arquetipos comerciales donde incluso los estereotipos norman lo que está bien y lo que está mal.
Sin duda, para la sociedad contemporánea no existe más autoridad que el mundo virtual; los individuos solo creen en lo que ven, pues una imagen vale más que mil palabras, y lo más grave, opinan porque simplemente lo vieron en Facebook, Youtube, TikTok, etc., aplicando a sus comentarios una escala de valores como si estuvieran en un mundo donde todo se vale, y hacen y dicen cosas que no harían ni dirían en el mundo real, disociando así su comportamiento en la internet sin sentir el más mínimo ápice de responsabilidad.
Las opiniones virtuales se han convertido en un espectáculo que atropella la posibilidad de diálogo, ya que una imagen, un video no discute, simplemente decreta y al mismo tiempo se convierte en juicio y sentencia donde no hay lugar al razonamiento o la reflexión que requieren de procesos para la elaboración y búsqueda de elementos de juicio para normar un criterio, y claro, para el ojo desnudo esto significará lo indescifrable, por lo tanto, aburrido.
Desde luego, el sujeto inmerso en el entorno virtual, al estar en su intimidad pierde la percepción de que está en un espacio público y al no tener al otro presente, así como su mirada, lo desdibuja y se desinhibe desplegando comentarios violentos y humillantes que ponen de manifiesto que en su estado psíquico rige la pulsión de muerte proyectada en su continuo goce.
Es claro que en este sistema neoliberal donde imperan los ideales imaginarios no hay lugar para el sentimiento de culpa, pues este sentimiento hace de pegamento que genera un vínculo con los otros ¿será acaso la otra cara en la moneda del amor? Porque si el sentimiento de culpa es resultado de la lucha entre Eros y la pulsión de muerte, amaríamos absteniéndonos o intentando abstenernos de agredir a quien amamos, y desde luego, en el mundo virtual no se ama a nadie.
Es así que la sociedad seguirá siendo responsable de toda causa de malestar en el mismo hombre y tal vez la falta de límites, el no reconocimiento de la ley y la muerte del lazo social sean ahora uno de los problemas más importantes en el desarrollo cultura y vamos a contra-reloj.