La otra cara de la moneda. La mujer afgana

Fátima García

“Estamos en presencia del fanatismo por parte del islamismo
que intenta nuevamente la adhesión masiva a sus fines”
Mirta Goldstein

Tal pareciera que la vida social y política se funden en un acertijo que nos insta a poner mayor atención en las actividades supletorias. Si analizamos con detenimiento las ideologías y doctrinas dominantes en el mundo, nos vamos a dar cuenta de que están repletas de “ismo”, (machismo, feminismo, capitalismo, socialismo, comunismo, neoliberalismo, islamismo) que oscurecen la visión y dificultan toda aproximación sensata y estricta a los fenómenos, en especial los culturales.

Sin embargo, en mi trabajo como investigadora y columnista, al estar revisando la diversa literatura que existe en torno a las diferencias sexuales me surgió la siguiente pregunta: ¿Acaso habrá en el mundo alguna pintura, escultura, composición musical, descubrimiento científico, obra literaria a través de los cuales puedan distinguirse a simple vista si fueron creados por un hombre o una mujer?

A lo largo de la historia y en todas las culturas, de la mujer se ha dicho que es indefensa y el hombre fuerte, la mujer está para procrear y el hombre para proteger, la mujer está hecha para atender su casa, el hombre para proveer; los hombres son de Marte y las mujeres de Venus, la mujer el sexo débil, el hombre fuerte, la mujer, un universo totalmente oscuro, pero ¿y el del hombre claro? la mujer tiene una otredad y el hombre ¿una mismidad? A las mujeres no hay que comprenderlas, simplemente amarlas; pero ¿cuáles han sido realmente los parámetros para definir cómo es uno y otro?

Tal vez, para responder esta pregunta, podríamos decir que es la cultura quien nos ha enseñado a pensar que entre los hombres y las mujeres existen ciertas características y cualidades diferenciables que legitiman una jerarquía, pues para muchos cultos la mujer ha sido considerada como indecente, la portadora de todo mal, la preferida del demonio, por lo tanto, un peligro para toda la humanidad, pues ¿no fue acaso Eva quien ofreció a Adán la manzana del árbol prohibido? ¿no fue ella quien se preguntó por qué existía la prohibición de comer del fruto del árbol del saber del bien, del mal y de la ciencia? ¿no fue también ella quien cuestiona, desafía la ley y prueba el fruto?

Sabemos que en toda sociedad patriarcal el hombre nunca ha soportado a la mujer en el cenit y, si pensamos en las culturas occidentales, es el mundo islámico que ante el nacimiento de un varón sale a gritar al mundo: “Enhorabuena, una niña no vale nada, pero un hombre vale una nación”

Hoy es Afganistán quien enciende los reflectores ante la mirada del mundo, pues aunque las mujeres habían ganado ciertos derechos sociales y económicos durante las últimas décadas, no es nuevo la serie de maltratos, abusos, vejaciones, prohibiciones, castigos y muertes que han sufrido como parte del régimen, sin embargo, aunque la noticia ha sido que el Talibán ha prometido dar sus derechos bajo la ley del sharia, da la impresión que su discurso se torna eclipsado al interponer una interpretación meramente radical y restrictiva de la ley islámica, pues algunos derechos importantes, como asistir a colegios y universidades siguen siendo restringidos.

¿No será acaso que de pronto podamos pensar que se juega cierta envidia por el poder que puedan lograr las mujeres si estudian y ejercen sus derechos?

La mujer afgana es el claro ejemplo que apuntala distintos estudios donde el significante de ser mujer va en función de un constructo social y cultural, sin importar el periodo histórico, por lo tanto, “la mujer no nace, se hace”, es decir, se forma su identidad de acuerdo a sus creencias enmarcadas por su propia cultura.

Desde mi punto de vista, sería insensato pensar a la mujer afgana de un modo aislado, desarticulándola del rol del hombre, pues de ser así, no estaría colocada de modo antagónico para la sociedad islámica y desde luego no habría que ocultar su belleza bajo el burka por el temor de provocar el desorden y las bajas pasiones.

Al pensar en tantas y tantas mujeres, entre ellas activistas que han luchado incansablemente por sus derechos como Samira Husseini, Rada Akbar, Hasiba Atakpal y qué decir de la gran Malala Yousazai me pregunto: ¿cuán grande es el poder de las mujeres donde hay que aniquilarlas, dándoles muertes reales y simbólicas para situarlas en la oscuridad, en el silencio, en lo invisible?