La incertidumbre de elegir carrera a los 18 años

Teresa Juárez González

Aunque no se dispone de una cifra exacta para 2025, en 2024 se registraron aproximadamente 1.3 millones de estudiantes que egresaron de nivel medio superior en México. Considerando una tasa promedio de graduación del 48% en este nivel, se estima que alrededor de 2.4 millones de jóvenes concluirán la preparatoria en 2025.

A propósito de la temporada de graduaciones que ha iniciado, vale la pena plantearse y replantearse el peso y el grado de responsabilidad que están teniendo muchos jóvenes que concluyen la educación media superior para decidir el rumbo de su vida. Preguntas como ¿y ahora qué sigue?, ¿qué voy a hacer de mi vida?, ¿para qué soy bueno?, ¿quiero seguir estudiando?, entre otras, deben ser brutales para alguien que de por sí ya tiene un peso emocional considerable porque se encuentra entre la adolescencia y la juventud, etapa que se vuelve particularmente confusa para alguien que depende de sus padres, pero que al mismo tiempo se está independizando para iniciar sus actividades de adulto.

Sin duda, la elección del futuro representa para los jóvenes un peso difícil de llevar porque los aterriza a una realidad que sí o sí deben enfrentar ahora. Aunado a la presión de los padres, sobre todo de aquellos que por sus contextos o experiencias “quieren una vida mejor para sus hijos” abre la puerta a la incertidumbre y esta es quizá una de las peores sensaciones que pueden experimentar porque desencadena emociones como el enojo, la frustración, la ansiedad, el miedo o la tristeza de no encontrar el camino.

En este sentido, aunque la presión de los padres está justificada por la preocupación por los hijos, la inversión que conlleva el ingreso a la universidad y por qué no decirlo, la influencia social que relaciona éxito con estudio, la determinación debe ser del joven, misma que impactará positiva o negativamente a su vida pero que le enseñará a responsabilizarse de sus propias decisiones y avanzar a partir de ellas.

Por lo tanto, valdría la pena cambiar el enfoque, verlo desde otra perspectiva, en la que el reto no necesariamente es para los jóvenes que “deben decidir” qué hacer a partir de que concluyen la preparatoria o bachillerato, sino para los adultos, ya que en un país donde la capacidad de las instituciones públicas es insuficiente y la capacidad económica para el acceso a la educación superior privada tampoco es suficiente, obligar a los jóvenes a estudiar podría ser una trampa.

Una trampa que les bloquea la posibilidad de visualizar el abanico de posibilidades que tienen para decidir en pro de un futuro que contribuya a la sociedad y el entorno a partir del desarrollo de sus habilidades, destrezas, inteligencia, capacidades, talentos y vocación. Por tanto, pensar en que durante 18 años los padres han dado las herramientas necesarias para decidir y enfrentar sus realidades debería bastar para confiar en que decidirán lo correcto, considerando la posibilidad de que su futuro se encuentra en un empleo, oficio, emprendimiento o carrera universitaria.

Lo verdaderamente valioso para los jóvenes que aún se encuentran eligiendo, es sentir el apoyo, comprensión y compañía durante el proceso, a través de una motivación que les invite a reflexionar que la decisión más importante es la de contribuir en el mundo haciendo lo que mejor se sabe hacer, enfrentando e impulsando soluciones a los desafíos que como sociedad enfrentamos.

Maestra en Mercadotecnia y Comunicación Estratégica

Teresa Juárez González

IG: @teregonzz14