La generación de cristal (segunda parte)

Por Fátima García

Creo, más bien, que nos ha llegado el tiempo de actuar.
El tiempo apremia, pues tanto en México como en el mundo,
algo anda mal, muy mal
terriblemente mal.
J. Ignacio Mancilla

Ser padres, desde luego, implica una gran responsabilidad, ya que lo que se inscribe en la historia de un hijo, no puede ser fácilmente borrado y más tarde va a tener una trascendencia importante en su vida, razón por la cual la exigencia de saber acerca de los hijos cada día es mayor, pero ¿qué tanto sabe un padre, una madre acerca de ellos?
En la actualidad, los padres han hecho todo lo que está en sus manos para simplificarles la vida, sobreprotegiéndolos de tal manera que “no sufran las dificultades por las que ellos pasaron” sin darse cuenta que de una forma velada han inscrito nuevos síntomas. Algunos padres no se han dado cuenta que las situaciones difíciles de la vida, los fracasos, las frustraciones también son parte importante de la educación, pues el permitir que los hijos de vez en cuando la pasen mal por sus acciones y asuman la responsabilidad en ello, les ayuda no solo a crecer y conocerse a sí mismos, sino también a descubrir recursos psíquicos para enfrentarse y salir delante de las adversidades que en un futuro la vida les presente.
Si bien es cierto, la educación ha cambiado con el tiempo y seguirá haciéndolo, pues estoy segura que tanto ustedes como yo, hemos escuchado por todos lados decir que esta generación nació con el chip integrado, pues la tecnología, además de avanzar a pasos agigantados y aportar grandes beneficios a la humanidad, simplificando la existencia del ser humano, pareciera que está sucediendo todo lo contrario, pues en esta era del Internet, la juventud está frente a un terrible malestar, y vemos cómo los jóvenes declinan en una serie de síntomas que los han colocado en un estado de mera fragilidad psíquica y baja tolerancia a la frustración, creando adictos en masa que llenan vacíos y revisten una gran soledad, además de ser azotados por trastornos del sueño, depresión y ansiedad, llevando algunos casos hasta el suicidio pero de eso hablaré en otra columna.
Por muchos años se pensó que el éxito de la vida radicaba en las habilidades intelectuales y los resultados académicos que un estudiante podía obtener, sin embargo, durante décadas, se les ha enseñado a competir en una sociedad amenazante para quien no lograba obtener buenos resultados o truncaba sus estudios, sin embargo, hoy en día esa competencia ya no es a través del orden intelectual, sino de las llamadas redes sociales.
Ciertamente, los dispositivos que utilizamos hoy en día para comunicarnos en redes sociales, son una herramienta muy poderosa; la juventud aprendió a estar muy a la vanguardia en la tecnología pero también ha aprendido a vivir con falsos ideales imaginarios que los alejan de su propia realidad, pues como forma de introyectarse en la sociedad y ser aceptados, han aprendido que valen o son populares por la cantidad de amigos que incluso son miles, pero sin entablar vínculo afectivo con ellos, y qué decir de la cantidad de likes que buscan en sus publicaciones, como si ese fuera un símbolo de valor para ser constantemente reconocidos y aceptados; cuántas madres por medio de grupos de WhatsApp o Facebook piden darle Me gusta a las fotos de sus hijos para que ganen ciertos concursos, restando no solo su talento natural, sino enseñándolos a cosificarse y exponiéndolos con gente desconocida a sabiendas de que también existen redes de grupos criminales detrás de las pantallas. ¡Qué delicado mostrar a los niños en internet!
Démonos cuenta que también estamos viviendo una era de sobreexplotación y sobreestimulación de niños y niñas, por una parte, algunos padres han permitido que sus hijas desde pequeñas bailen sensualmente en Tik Tok, o se coloquen como adultos, haciendo uso de malos hábitos y malas palabras como si eso fuera “lo normal, lo de hoy en día”
Pero ¿y la subjetividad? ¿en dónde queda? porque tal pareciera que esa no vale, a esa hay que silenciarla, en tanto no se toque, no existe y con esas ideas es como la juventud tristemente, pareciera circular hoy en día.

Cabe señalar que en esta generación llamada de “Cristal” destaca el mecanismo de paranoia que va relacionada con la identificación. Esta generación vive ahora “ofendida”, incluso ha pedido censurar ciertas caricaturas de los años 50´s, 60´s porque “ofenden” pero si la sociedad de cristal ve ofensa en ello ¿por qué no se han manifestado contra aquellos programas de televisión que exponen casos de bullying en las escuelas, que lejos de fomentar valores, enseñan a los jóvenes nuevas formas de violentar a otros? y qué decir de las narcoseries, donde además de ver las actividades delictivas como algo normal, colocan a la mujer como objeto de desecho en la llamada Cultura del kleenex, “úsese y tírese a la basura” pero cuando una mujer en lo real es asesinada, la sociedad sale a las calles a gritar ¡Ni una más! ¿por qué ahí no pedimos censura? ¿no es acaso una nefasta contradicción?
Desde luego, sería absurdo pensar que vamos a vivir como antes, pero no podemos seguir criando niños y niñas de cristal, es necesario poner en evidencia que detrás de cada uno de nosotros hay una larga historia que en muchas ocasiones viene desde los tatarabuelos, misma que cristaliza en esta generación por lo que se hace necesario hurgar, remover lo cenagoso, golpear ahí donde duele para propiciar el resurgimiento de un sujeto, sujeto de lo inconsciente, un sujeto con una nueva posición ante la vida, dejando a un lado los espejismos que prometen una pronta pero falsa felicidad.
Decían por ahí, “Se está muriendo la generación de hierro”, y es verdad, se está muriendo la generación de nuestros abuelos la que educó a nuestros padres con buenos modales, la que marcó límites para ser hombres de bien, aquellos que sabían decir NO oportunamente, que no se iban a la cama hasta que todos los miembros de la familia estuvieran reunidos por la noche; se muere aquella generación que creía en los valores y las buenas costumbres, que aún en la pobreza veía la forma de llevar lo necesario a casa, se mueren los que enseñaron a saludar, a levantarse temprano, ser puntuales, a trabajar dignamente, a respetar, esa generación se muere rápidamente, se muere…