El misterio de la bruja de Santa Barbara

Mayra Labastida

La carita estaba pegada al piso, sin poder moverse, tenía las manos dentro de la mantilla en que son envueltos los recién nacidos para evitar el susto cuando duermen. Teresita, la pequeña bebé de cinco meses recién llegada a la familia de los Jiménez en Santa Bárbara Cholula, estaba tirada en el piso de cemento pulido.
Su llanto no podría escucharse tan fuerte, había nacido con pulmones débiles que no la ayudaban a pedir auxilio llorando, la única forma en que podía hacerlo. Sin embargo, y luego de nueve hijos, la abuela de Teresita, experta en cuidados infantiles corrió a levantarla en tanto su oído de tísico la escuchó llorar.
Dos metros de la cama la separaban del sueño profundo en el que estaba inmersa unas horas antes la pequeña, mientras la madre y el padre dormían sin escuchar nada.
⁃ ¿Qué les pasa, levántense, no oyen a la niña llorar? ¿Qué hace en el suelo?
La pareja, somnolienta por el mal dormir que los padres tienen a la llegada de los hijos, se levantó en el espanto de aquella voz de mando que le exigía una explicación y sin saber que responder. Ver a su hija tirada en el piso era realmente extraño. Los bebés de esa edad no tienen la facilidad de moverse y menos para haber llegado hasta allá.
Celia, madre de la bebé, fue la primera en saltar de golpe, trastabillando con su repentino despertar para revisar a la pequeña que lloraba en los brazos de la abuela que había llegado antes a levantarla y consolarla.
La destaparon cuidadosamente para saber si no estaba lastimada, Teresita no mostraba ninguna lesión, incluso parecía que había sido depositada con precaución.
Desde que llegaron como arrimados a la casa de la madre de Celia, Alejandro, su esposo, y ella discutían a diario por las noches su cambio de domicilio. Alejandro no soportaba que su suegra se metiera en todo lo relacionado con los cuidados de la menor.
Días atrás se había armado una gran discusión entre su suegra y él, que le tenía dando vueltas la cabeza para saber cómo poderse marchar de ahí lo más rápido posible. El día de la discusión le habían dejado a la menor a su resguardo y entre el cansancio, las desveladas y su trabajo de 12 por 24 horas en una gasolinera, ocurrió que la niña se le cayó de los brazos.
Aracely, suegra y abuela, no podía dejar de mencionarle lo irresponsable que era después del incidente, no concebía la idea de que se quedara dormido sin poner en un lugar seguro a la bebé.
Por lo que el extraño hecho de ver a Teresita en el piso tenía a Aracely completamente molesta. Y aún más con Celia, su hija, de quien no podía entender su incapacidad para escoger una pareja que fuera buen esposo y padre también. Pero no se podía esperar tanto de las decisiones de Celia considerando que ella tenía 21 años y Alejando 19. Aracely siempre le decía que tener una pareja dos años más joven que ella sólo le traería problemas. Por ese motivo quiso ayudar teniéndolos en su casa. Pero el término de ‘arrimados’ les sentaba muy bien porque no dejó de hacerles la vida imposible.
Muchas teorías pasaron por la cabeza de Aracely y Celia mientras revisaban a la bebé. La extraña forma en la que estaba alejada de la cama no hizo más que hacer recordar a la abuela que los bebés a esa edad son asechados por las brujas. Y es que nadie, más que ellos, vivía en esa casa, la niña no pudo rodarse y no era responsable en esta ocasión el padre porque la niña dormía en medio de ambos.
Esta teoría de Aracely ya había sido comprobada en otras familias. En esa junta auxiliar cholulteca habían casos de madres que perdieron a sus hijos por el antojo de estos seres que acuden a los hogares para arrebatarles a los malos padres a sus pequeños jalándolos para llevárselos, comerlos y beberlos esto último conocido muy bien en nuestro país como ‘ser chupado por la bruja’.
Para Alejandro que estaba sentado en la cama observando y escuchando lo que ocurría con las mujeres y su hija, esta teoría le parecía de lo más ridícula. ¡Las brujas no existían! Qué cosa tan absurda pensar en eso.
Lo raro era que la niña no tenía ninguna característica como otros casos en los alrededores. Aracely aseguraba que se debía a que la niña tenía más peso de lo de lo normal para su edad. Quizá por eso no pudo llevársela.
Aracely le seguía contando a Celia que alguna vez había ido a un velorio del hijo de su comadre, el niño había muerto inesperadamente y cuando lo descubrieron notaron que sus ojos no estaban.
-Yo misma abrí el ataúd cuando lo estaban velando, y fue horrible verlo sin ojitos, se los chupo la bruja, hija, de verdad.
Al tiempo de este comentario los padres de la pequeña se miraron entre sí y se llenaron de un escalofrío que les sembró la duda de lo que estaba ocurriendo.
Sin embargo, dejaron el tema y los tres hicieron como que no había ocurrido tal situación. Aracely por su parte se dirigió a la iglesia a recolectar agua bendita, ruda y alcohol para limpiar a la pequeña mientras rezaba una oración que decía:
“Solicito al Señor Todopoderoso,
Mediante la acción del Arcángel Miguel,
que se elimine toda negatividad de mi interior,
que se abran mis caminos,
que las malas energías se despojen en este huevo, y todos los malos deseos, envidias y ataques energéticos desparezcan, así como las ataduras, obstáculos, amarraduras, y energías negativas de otros mundos.
Que así sea, En el nombre del Todopoderoso,
AMÉN”.
Las siguientes tres semanas todo estuvo como antes del incidente. De alguna forma los padres se las ingeniaron para hacer relevos los primeros días y estar al pendiente. Pero como todo seguía normal, fueron tomando el sueño los siguientes días sin mayor preocupación.
Una noche después de la cena, Aracely comenzó a sentirse rara, las manos le temblaban y la cabeza le estallaba sin alguna razón, motivo que la llevó a dejar la cena y dormirse antes.
Media hora después, el matrimonio y su hija se fueron a dormir. El mole de panza le trajo una noche pesada a Alejandro que no dejaba de sentir agruras por semejante platillo en la cena. Celia y Teresita dormían profundamente.
En medio de la oscuridad Alejandro comenzó a escuchar el tronido de la puerta de madera, siempre se hizo el valiente cuando escuchaba estos sonidos pues sabía que existen durante la noche, entonces buscó una técnica de respiración que había escuchado en la radio durante el camino a su casa y comenzó a quedarse dormido.
Alrededor de las 3 de la mañana comenzó a sentir que Teresita se deslizaba poco a poco junto a él, recorriendo la cama hasta llegar al final de ella. Alejandro comenzó a sentir un miedo atroz que le impidió incluso agarrar a su hija. Se tapó el rostro y comenzó a sudar mientras sentía cómo levantaban las cobijas para poder cargarla. Alejandro imaginaba tantas cosas, incluso le hacían pensar que estaría soñando, pero le era imposible moverse. Cuando ya no sintió algún movimiento en la cama, con mucho sigilo se destapó los ojos, y en la negrura de la noche observó una silueta de mujer que colocaba a la niña en el piso, esta vez boca arriba y la jalaba de su cobijita poco a poco al mismo lugar donde fue hallada la primera vez. Entonces vio claramente que el rostro de la extraña silueta se acercaba a los ojos de la niña.
De un salto Alejandro fue a prender la luz para evitar que la bruja se comiera a Teresita. Y en medio del resplandor de la luz recién prendida vio a su suegra con los ojos abiertos acercándose a la niña y moviendo la boca como si estuviera diciendo algo sin ruido.
El corazón de Alejandro estaba a punto de reventar con tremenda imagen.
Luego Aracely se levantó súbitamente, caminó con pasos cortos y siguió a su cuarto, sin ninguna alteración cual sonámbula que era. Alejandro no dejaba de observarla con el miedo esparcido en todo su cuerpo hasta que la miró salir.
Teresita, ante el frío y los movimientos extraños comenzó a llorar.
Entonces Celia se despertó y lo observó perplejo.
– ¿Qué haces ahí? ¿Y la nena, dónde está?
Alejandro le señaló a la bebé que lloraba en el piso y solamente respondió.
– ¡Aquí no hay más bruja que tu madre!