El dolor de la belleza

Por Mayra Labastida

Comencé a notar una extraña sensación que me hacía sentirme mal, un dolor muy agudo en mis oídos. No sabía que era, ninguna idea.

Pasaba por un momento muy especial en vi vida. Me sentía impresionantemente hermosa, sexy, radiante. Me veía al espejo y aseguraba que lo que se reflejaba era muestra de mi esfuerzo al cuidarme la piel, el cabello y mantener el cuerpo ejercitado.

Gastaba dinerales en los mínimos detalles de mi aspecto: ropa, accesorios, cremas, lociones, perfumes y tratamientos.

Pero todo se echaba a perder justo en el primer martilleo de mis oídos. No había motivo, acudí a médicos y otorrinolaringólogos, recetas caseras, chamanes y curanderos. Pero no lográbamos saber cual era el motivo.

Las propuestas para salir con algún pretendiente en puerta nunca paraban. Y regularmente me divertía los primeros días hasta el punto en que comenzaban los halagos tan directos en el cortejo.

Cada que alguno mencionaba: que preciosa estás! Mi oído comenzaba a doler.

Eres una diosa! El dolor era un más fuerte.

No hay mujer que me guste más que tú! Y cómo aguja me picaba directo en algún punto que me electrocutaba de tanta molestia.

Me había pasado en algunas citas. No pasaba si hablábamos de temas diversos. Pero siempre que alguno hablaba de mi apariencia , el dolor aparecía.

Así estuve durante varios años, evité las salidas para hacer menor las punzadas. Pero incluso si llegaba a publicar alguna foto en mis redes sociales, con solo leer algún halago el dolor comenzaba.

Una noche estaba completamente resignada a no volver a salir con alguien, me dolían las palabras de cualquiera. Ahora solo recordar los halagos me daban dolor de oído y cabeza cada vez más fuerte. Sabía cuál era el remedio. Pero era cobarde.

Le di vueltas a mi cabeza, una, dos, tres veces, mi desesperación aumentaba cada vez más. Entonces me decidí, tome el cuchillo más afilado y sin mirar nada me rebané de tajo ambas orejas. Pero no se detuvo el dolor. Si la belleza era el problema había que acabar con ella, así que me quite un trozo de labios. Y me dirigí al baño, tome unas toallas del cajón para cortar la hemorragia. Y me desmayé.

Desperté en un hospital. Consciente de la belleza nunca más volvería a lastimarme. Mi padre, mi madre y mis hermanos lloraban frente a mi. Pero algo volvió a ocurrir, la lastima de mi familia comenzó a dolerme profundamente y en ese momento comenzó a nacer el mismo dolor de une sentía pero ahora en mi corazón.