El disparate de la rifa del avión presidencial

Erick Becerra

El presidente Andrés Manuel López Obrador se voló la barda.
Desde campaña y después en el gobierno, usó el derroche y corrupción de los gobiernos del PRI y del PAN como eje central de sus ataques y discurso.
Su gobierno sería austero y por ello viajaría en aviones comerciales y no usaría el avión presidencial, cuya compra gestionó Felipe Calderón, aunque eso signifique retrasos en su agenda, riesgos a la seguridad nacional e ineficiencia administrativa de su investidura.
Pero durante un año el presidente no pudo vender el avión porque el mercado aeronáutico se regula -como en toda economía de libre mercado- por la oferta y la demanda.
Es decir: no es por decreto.
Porque esa es la característica de la demagogia: el gobernante dice lo que el pueblo quiere oír, a pesar de que sea un despropósito.
Y es que hay que recordar que el gobierno de México pagó 60 mil dólares por la renta del hangar en Victorville, más el mantenimiento, y 34 millones de pesos más a Banobras por la compra de la aeronave.
En el propósito de no reconocer que su estrategia de vender el avión fracasó, el gobierno federal postula varias opciones pero la que despertó miles de memes, burlas en redes y el bullying en la prensa internacional, fue la disparatada idea de rifarlo.
En verdad esta es la ocasión en que las ocurrencias del presidente se le revierten con mayor contundencia, todo el día y fue trending topic mundial, obvio, en su contra.
Hay quienes se despiden en elogiar la “magistral” estrategia de comunicación del presidente que nos tiene hablando horas sobre el avión en lugar de la catástrofe que representa el INSABI.
Están equivocados.
Es un error mayúsculo.
Porque su obligación es procurar el bienestar y en su lugar parece que procura el espectáculo.
No es un presidente. Dirían muchos que es un payaso. Pero para payasadas no votamos. Sería entonces, una presidencia inútil.
Disparatada, pues.

Gracias y nos leemos el viernes.
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