El buen recibimiento

Por Mayra Labastida

“Hay algo más importante que la lógica : es la imaginación “. Alfred HItchcock

Me han llamado loca, exagerada, extremista, con exceso de imaginación, pero yo no miento, ni me gusta inventar cosas, por el contrario me gusta recrear la verdad y traducirla en historias.

Luego de mi separación, el padre de mis hijos y yo decidimos volver a vivir juntos, así que nos cambiamos de casa en el mismo vecindario.

La atmósfera de la nueva casa era muy parecida a la anterior, ambas tenían una vibra muy extraña que no me gustaba. Me hacía sentir permanentemente observada y temerosa.

Yo estaba en desacuerdo que viviéramos en la misma zona, sin embargo al conocer la casa mi encanto por ella se notó en seguida.

Los espacios eran muy amplios y bien distribuidos, tenia una hermosa sala y estancia para el comedor, la cocina era tan grande que enamoraba mi espíritu de chef. Sus patios eran el mejor espacio para mis mascotas, dos perros traviesos a los que no se podía tener dentro de la casa.

El único problema era que tendríamos los mismos vecinos que nunca eran tan amables y que los servicios a veces tardaban, recolección de basura y agua.

Pero algo nos hermanaba a todos los vecinos y eran las historias de miedo que muchos habían vivido. Apariciones de niños en las calles, voces en los jardines comunitarios, toques de timbres si alguna respuesta.

Algunos inquilinos que se aparecían de vez en cuando. Si, hace mucho que sabía que en el fraccionamiento a cada rato alguien tenía alguna historia de miedo que contar, estábamos rodeados de panteones.

El día que nos entregaron la casa decidimos decirle a mis padres que nos acompañarán a darle el visto bueno, de manera que ellos como abuelos se sintieran más tranquilos de nuestras decisiones de familia.

Desde que entramos el ambiente era tenso, sabían de nuestra separación y tratábamos de no hacer la estancia difícil para ninguno.

Vacía la casa la conocimos esquina por esquina, visitamos cada uno de los cuartos. En realidad es una casa muy linda y valía la pena verla a detalle. Recorrimos las habitaciones, lo que sería el cuarto de música, la habitación principal y su baño, y ahí comenzó la historia.

Era un baño muy amplio y cómodo, las luces del espejo daban un resplandor que al mirarte en él el rostro parecía más reluciente. Mi padre y yo nos encantábamos viendo los espacios de la regadera con puerta de cristal que hacía ver un acabado muy refinado. Los azulejos en tonos blancos y crema que hacían ver el lugar muy amplio. En baño que de tan buen gusto parecía ser una recámara más.

Decidimos seguir recorriendo la casa, así que me acerque al apagador y de inmediato oscurecí el lugar para retirarnos.

La angustia comenzó en el momento que mi padre me pidió volver a encender la luz para corroborar los detalles de la puerta de cristal y la

forma del espejo. Para ese momento, las lámparas del espejo no volvieron a encender, solamente la que iluminaba el baño en general.

Pensando en arreglar los detalles decidimos mirar qué focos debíamos comprar para las lámparas del espejo que habían dejado de funcionar justo en ese instante.

Cuando nos acercamos a revisarlas, nos llevamos la sorpresa más grande en muchos años de nuestras vidas, las lámparas no tenían focos.

Habían estado iluminadas al menos uno cuatro o cinco minutos mientras hicimos el recorrido y sin tener foco alguno.

La impresión de mi padre y la mía fue de gran asombro, que sentimos la piel helada en unos segundos. Nos miramos asombrados pensando que habíamos visto mal, incluso prendimos las lámparas de nuestros celulares para asegurarnos, y en efecto no había focos ¿cómo habían podido iluminarse entonces?

Asombrados por el momento tan bizarro, decidimos dejar el tema atrás, quizá porque no podíamos reconocer que teníamos miedo, somos dos adultos que se supone no creen en fantasmas.

Lo cierto es que a salir, mi padre y yo teníamos un sentimiento difícil de explicar, les contamos a todos los que nos acompañaban y aunque se extrañaron y comprobaron que no habían focos, intentaron disimular el acontecimiento asegurando que vimos mal la iluminación, o que seguramente solo había sido un chispazo de luz (teoría completamente absurda si no hay focos).

Todos intentando tener una razón coherente y lógica que dejara atrás los mitos sobre espectros

amigables o no.

Cuando me mude al fin, recorrí la casa nuevamente con un rosario en la mano regando agua bendita y rezando para hacer saber a quien estaba ahí sin que pudiéramos verlo, que teníamos la protección de nuestras creencias.

Los rudos son extraños siempre, a veces se cierra una puerta, otras veces se prenden las luces sin que nadie apriete el apagador, otras veces se escucha la voz suave de alguien que dice algo así como “mamá ven” o tocan el timbre sin que nadie esté afuera, o quizá si.

A veces me hablan al oído y me dicen hola. Y cuando cierro los ojos al dormir, parece que velan mis sueños, porque están junto a mi.

Ya no siento miedo, pienso en el primer evento. Alguien me dijo, no lo tomes a mal, igual no querían asustarte, quizá sólo estaban alegres de que habitaran la casa y quisieron darles un buen recibimiento.