Donde la obediencia no es una cualidad…

Por: Fátima Adriana García Cabrera
Investigadora del orden social y psicoanálisis
Maestra en Psicología Clínica Infantil UPAEP

Se trataría de un estado de guerra,
guerra de todos contra todos, en que no se
pueden aplicar los conceptos del bien y del mal,
ya que todo el mundo debe vivir con temor
a la muerte violenta.
Thomas Hobbes

Como bien sabemos, en toda sociedad existen actos permitidos y actos prohibidos, actos que se miran con buenos ojos y actos que son capaces de generar una gran indignación.
Antes de pensar en el amplio problema de la violencia en sus distintas formas de expresión, se debe destacar que habría condiciones culturales, científico-tecnológicas y de riqueza mundial como para que exista menos violencia, sin embargo, considero que todos podemos afirmar, que está ocurriendo lo contrario.
Tal pareciera que, el malestar en las sociedades contemporáneas se ha alimentado de su propia historia, pues dentro de los grandes errores de la humanidad, la violencia no ha sido inmotivada, pues las barbaries, locuras, crímenes, guerras para imponer un dios, para mantener al hombre sometido en la esclavitud, para depurar una raza o desaparecer una etnia, nos hace suponer como principales motivos, la envidia, el resentimiento, el coraje, ya que las disputas territoriales, políticas, etc. han puesto de manifiesto el lado oscuro más oscuro de la sociedad y la cultura, donde uno tiene que ganar y otro perder.
Detrás del ejercicio de la violencia como de muchas actividades humanas, está la herencia cultural, pues lo que podemos llegar a pensar o decir, de alguna manera está definido por la cultura.
Sería útil entender cómo se estructuran los seres, que son capaces de transgredir las leyes generales de la sociedad, pues ejecutores de hechos aberrantes, han obedecido ciegamente órdenes de una jerarquía adoctrinante, conllevando a estos sujetos a una imposibilidad de pensamiento autónomo, pero al mismo tiempo, han abierto la puerta a su propia esclavitud.
Para entender la jerarquía adoctrinante, quisiera retornar un poco la historia alemana y tomar como ejemplo, las Juventudes Hitlerianas, cuyo sistema de adiestramiento para los jóvenes, tenía como propósito desarrollar su entendimiento y obediencia a la ideología nazi, incluso, en los filmes documentales sobre el nazismo y la puesta en acto organizada del desfile guerrero, ponen de manifiesto el poder de seducción que ejercía el poderoso “Hitler” sobre las masas y la fascinación por su imagen del poderío.

Si analizamos el imaginario social, colocado en la ideología nazi y lo contrastamos con las distintas barbaries que han ocurrido a nivel mundial, podríamos entender que la violencia y el poder no son necesariamente comparables, aunque hay formas de poder que se sostienen en relaciones de violencia y la violencia que siempre involucra las relaciones de poder.

Considero, no existe nadie en el mundo que desconozca el trauma europeo, desde mi punto de vista, eso sería insensato, y no hay modo alguno de borrar lo que ya se cometió, pero hay que señalar que cuando lo siniestro de la historia de cualquier cultura se desmiente, retorna de manera dramática el potencial destructivo de una nación.

En las sociedades proclives a la violencia, se forman sujetos violentos y aunque existen ciertas condiciones económicas, familiares, políticas, etc. para que un sujeto se convierta en delincuente o en un criminal, es necesario decir, que no todas las personas que reúnen estas características, se convierten necesariamente en eso.

Cuando de violencia se trata, México, tampoco ha sido la excepción, pues pareciera que nuestro malestar social nos ha puesto frente a la peor catástrofe.

No es casualidad que la violencia que se ha vivido a partir de la llamada “Guerra contra el narcotráfico” nos haya colocado dentro de los diez países más violentos a nivel mundial, así como tampoco es casualidad, que gobiernos de otros países hayan lanzado a sus ciudadanos alerta de viaje para nuestro país.

Como ciudadanos, mucho hemos hablado del fenómeno de la violencia que nos ha envuelto durante las últimas décadas, así como la negligencia que ha imperado por parte del gobierno mexicano para enfrentar tales situaciones.

Sin embargo, ¿Por qué las estrategias y acciones para combatir y controlar la inseguridad no funcionan? ¿Por qué la autoridad se ha empeñado en decir que los índices de delincuencia en México se han visto reducidos? ¿Bajo qué criterios? ¿Acaso por la imagen política del funcionario en turno?

Esta crisis de inseguridad y violencia que hemos estado viviendo en los distintos sectores, pareciera no ser una emergencia, no es normal que día a día desaparezcan hombres, mujeres, niños, no es normal los constantes asaltos al transporte público, no son normales las violaciones que se cometen en las calles, ni tampoco es normal las ejecuciones concluso, como lo acabamos de ver hace algunos días, donde en esta ocasión una mujer fue blanco de aquellos que obedecieron la orden para que fuera ejecutada.

Y es curioso, estos criminales que imponen un discurso patriarcal, que logran el sometimiento y control absoluto de la víctima en esta erótica de abuso y crueldad, colocándola en una posición de franca impotencia frente a sus propios derechos, también son vulnerables ante su propia realidad, pues aún estos sujetos violentos, quedan a merced de “otro” más poderoso del cual, una vez que se han insertado en esta dinámica, no pueden escapar de sus órdenes, pues ahora, como forma de supervivencia “ tienen que matar o los matan”, aun con todo su machismo, se han convertido en esclavos que tienen que obedecer.

Pareciera que, en nuestra sociedad, el miedo es un factor fundamental donde se establece una fórmula de entendimiento entre las sociedades y el gobierno para mutuamente librarse de sus miedos, es decir, el Poder; del miedo a perderlo y del ciudadano; el miedo a perder la vida.

Lamentablemente, la televisión, junto con otros medios de comunicación transmiten programas en los que la violencia es presentada como un método ágil y efectivo para incluso acabar con la vida de cualquiera como si se tratara de simple “desecho”, pues en ellos se muestran cómo puede llegar a ser la vida de un sicario y las aberraciones que se pueden cometer con otro sujeto, negando así su humanidad, o lo que viven las mujeres dentro del tráfico de personas, etc. y lo peor es que está al alcance de niños y jóvenes cuya estructura psíquica y social se está conformando.

Con esto no quiero decir que los niños o jóvenes tengan que cerrar los ojos ante lo que les ha tocado vivir, como tampoco quiero señalar que los medios sean los causantes o los creadores de una cultura violenta; ellos simplemente reflejan las actitudes y valores existentes en el imaginario social, sin embargo, refuerzan comportamientos originados y mantenidos en la estructura.

No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, más bien es su ser social lo que determina su conciencia. Se ha tratado de demostrar que la conciencia de los hombres no es la causa, sino más bien es efecto de la manera en que viven otros hombres, por lo tanto, sale a relucir la frase: dime cómo vives y te diré quién eres.
Hoy en día, pareciera que el sujeto se convirtió en una simple pieza de ajedrez que puede ser eliminado por una mano “poderosa”, capaz de decidir quien vive y quien no.