Democracia y capitalismo liberal (segunda parte)

Fátima García

Dicen por ahí que ser fiel a uno mismo puede tener un precio muy alto, siendo que a veces, hay que pagar hasta con la muerte; y es que seguramente la gran mayoría de nosotros hemos escuchado diversas historias sobre el monarca Enrique VIII y su relación con el humanista Tomás Moro, quien además de ser Canciller, político y gran pensador escribió numerosas obras, donde de manera imaginaria establecería normas que regirían una sociedad ideal.
En un fragmento de su famosa obra Utopía afirmó que eran muchos los nobles que no se conformaban con vivir cómodamente, beneficiándose del trabajo de los demás, sino que empobrecieron a su pueblo porque no conocían otra economía, pero si trasladamos esta afirmación a la política contemporánea ¿acaso algo ha cambiado?
Hay que recordar que, hoy en día existe en nuestra sociedad un consenso para formar la comunidad política basados en una democracia, cuyo modelo político tuvo su origen en la Revolución Inglesa, en la cual se desarrollaron fórmulas de tipo doctrinario que echaron abajo el poder del rey al estar fundado en los principios liberales.
El arte liberal hay que decirlo, se rige por el cálculo que está orientado al establecimiento de la seguridad económica, siendo el neoliberalismo lo que potencializa esta cualidad para evitar el riesgo, y nadie se quede en banca roca. Esto, por muy increíble que parezca, incluye la figura del infante como prioridad en este movimiento, generando que el margen de error sea el mínimo para obtener niños sin desviaciones; niños “perfectos y felices”
Todo esto pareciera combinarse en un factor nuevo que ingresa en los criterios del liberalismo aunado el orden económico y para muestra, también abordaré la obra más célebre de Adam Smith “La riqueza de las naciones”, que para muchos analistas se convierte en el punto de referencia para los modelos económicos del liberalismo y los derivados del capitalismo, donde se producen los fenómenos rentables de lo que llamamos economía, convirtiéndose en un fundamento que liga la democracia con el capitalismo liberal que sustenta los principios de libertad.
Pero, también me surge la duda ¿qué se hace con una libertad que no está acotada por nada, que no está condicionada, que no es cuestionada y donde el argumento es totalmente vago? porque tal pareciera que los derechos no terminan en ningún lado, lo que hemos visto es un abuso en el concepto original de Adam Smith donde se supone que, si todos trabajamos lo mismo, tenemos derecho a lo mismo; los muy ricos trabajan más de los que no lo son y los pobres son pobres porque no trabajan, entonces devienen los estereotipos que norman las reglas de la actual economía.
Sin embargo, como ya lo he mencionado, el liberalismo más radicalizado a lo económico tiene fundamento en el neoliberalismo, donde lo único que tiene importancia es la moneda y el manejo de esta por parte de los ciudadanos que exigen que, entre menos poder político exista y entre mayor libertad social se practique la democracia, el liberalismo económico dará entonces mayores frutos.
Si lo pensamos de esa manera, se supondría que la mano invisible de la economía tendría que volverse visible al producirse grandes ganancias y ser repartidas equitativamente entre la sociedad ¿no creen? ¿no acaso también tendríamos que aludir de una manera metafórica la mano de Tique, la diosa de la fortuna, quien repartía los bienes caprichosamente entre los mortales? ¿dónde está? porque tal pareciera que esa mano invisible, sigue invisible, no se ha visto, de lo único que nos hemos percatado es de una radicalización que se transforma en una perversión del poder de la economía liberal, que ha dado paso a síntomas sociales verdaderamente monstruosos y que causan un gran impacto en la subjetividad, pero de eso seguiré hablando más adelante.