Debanhi. La desaparición de mujeres como estrategia de control (segunda parte)

Por Fátima García

Ciertamente, las historias están hechas a partir de negar lo inefable, lo infame y, sabemos que la sexualidad femenina ha sido algo que ha incomodado a hombres y a las mismas mujeres de todas las épocas. Cuando en 2017 se me invitó a investigar y publicar sobre el tema del feminicidio en México, noté precisamente cómo la infamia era plasmada en los distintos actos de crueldad perpetrados contra las mujeres de cualquier edad, contra lo femenino; esa infamia, como lo protesta Borges, desde luego también me aturdió porque dentro de mis investigaciones, note cómo la discriminación es vista de forma natural en nuestra sociedad.
Hay que decir que los discursos producen realidades, y las realidades finalmente producen hechos mortíferos cotidianos, apostamos a la vida sin riesgo como si en nuestro entorno social pudiéramos convivir en la concordia, la unidad y la tranquilidad, esto, desde luego, sería insensato pensarlo, porque, simplemente forma parte de un imaginario que siempre se escapa, que se fuga y que irrumpe por los actos de crueldad.
Mucho he escuchado si a Debanhi se le debió o no dejar sola, NO, a ella no se le debió dejar sola como a ninguna otra mujer, ciertamente, deberíamos de salir a las calles sin miedo, “libres”, pero ¿no acaso Dostoyevski nos enseña que tanto para el hombre como la sociedad no hay nada tan espantoso como la libertad?
La noción de esta infamia de la cual les hablo, no puede ser revertida, porque en ese desvarío, en esa pobreza de un lenguaje que se ahoga y que se borra, tiene como fin trasladar una vida por un sendero oscuro que conlleva a otros lugares jamás nombrados, jamás pensados, donde los actos de crueldad hacen lo suyo en una apropiación sonora, en un grito, en un llanto, en un murmullo, en un eco que no puede ser escuchado.
Lo sé porque soy investigadora, una columnista que analiza noticia e intenta seguir todo lo que ocurre en el espacio psíquico y social, porque intento conocer todo lo que se escribe al respecto, tratando siempre de imaginar todo lo que no se sabe o se calla, porque he visto como el Estado oculta las cifras de feminicidios, porque he atado cabos y voy juntando las piezas desordenadas, porque he escuchado y armado la historia clínica de muchas mujeres que han sufrido violencia, porque me he estremecido con las investigaciones de Frida Guerrera y otras tantas mujeres y, porque fui marcada con el peor de los recuerdos cuando presencié el asesinato de una mujer a manos de cuatro sicarios, dando fin en ese instante a mi rebelión como analista en el tema.

Sin embargo, aunque resintamos daños, los más atroces no podemos vengarnos de ellos. Ni la injusticia debe hacernos injustos, ni el bandidaje convertirnos en bandidos, ni el asesinato en asesinos, ni la tiranía en anarquistas.

Esto se va a terminar cuando dejemos de ver las actividades delictivas como algo normal, cuando dejemos de sentir placer por las narcoseries y ver cómo la mujer es colocada como mero objeto de desecho, cuando el reggaetón deje de ser una influencia para los jóvenes, cuando decidamos descolocarnos de la violencia desde el hogar…

Sí, la lucha sigue, pero, los males de un siglo no se han de curar en un día