De millennials e influencers (Primera parte)

Por Fátima García

Los hijos millennials; etiquetados como grandes buscadores de éxito y triunfo,
pero insatisfechos con lo que han logrado.

Daniel Sánchez

Cada época y cultura enmarca una característica propia que la distingue de las demás, por lo que podemos hablar por ejemplo: del Siglo de Oro Español, donde florecieron el arte y las letras, coincidiendo al mismo tiempo con política y la guerra; la Edad Media, donde la religión jugó un papel primordial junto con los distintos sistemas políticos, el Renacimiento, que fue marcado por la voluntad de revivir los valores de la antigüedad clásica grecorromana , y qué decir del periodo Barroco que se caracterizó por un “horror vacui” donde el silencio y el vacío eran temidos. Si analizamos esta época, tal pareciera que la realidad fue sometida a una mentalidad confusa que se manifestó en la distorsión de formas, efectos forzados y violentos, fuertes contrastes de luces y sombras; desde luego, una cierta tendencia al desequilibrio y la exageración que no daba lugar a los espacios vacíos.
Sin embargo, pareciera que en nuestra época estamos colocados frente a ese mismo “horror vacui” que es proyectado en las sociedades neoliberales modernas de tal forma que en los sectores medianos o altamente desarrollados encontramos a una generación de millennials que se comporta fascinada e hipnotizada frente a su Flautista de Hamelin digital, perdiendo así su personalidad consciente, alejándose cada día más de su propia realidad y sometiéndose a un efecto dominante donde el vacío y la soledad son revestidos por el abuso de las redes sociales.
A los millennials se les ha hecho creer que pueden lograr todo aquello que se propongan, pues el mundo será quien marche de acuerdo a lo que ellos desean, siendo que tanto padres como docentes, polarizaron la educación y contribuyeron a romper los estilos autoritarios de la generación anterior para cumplir en ipso facto las aparentes necesidades tecnológicas de los niños y jóvenes de hoy, danzando así junto con ellos en esta sociedad del consumo.
Muchas veces me he preguntado: ¿qué hace un niño de seis años con un Smartphone, iPad, etc.? ¿lo necesitan?
Dentro de esta lógica, se han generado transformaciones que alteran las relaciones sociales y afectivas, siendo que estos jóvenes y también niños que consumen en masa ahora “se educan” y se identifican con ideales establecidos por el mercado que los conlleva a la búsqueda y gusto por los llamados influencers, donde la satisfacción, el bienestar y los estilos de vida serán logrados solamente por medio de su discurso.
Sin embargo, pareciera que estos jóvenes con influencia comienzan a padecer de una obsesión por imponer su moda, aparentan vivir una vida perfecta, buscando el reconocimiento de quienes los siguen, gozan de su poder, influencia y autoridad; dan consejos de vida como si realmente supieran mucho de la felicidad o tuvieran muy ordenada su mente; esto, sin perder de vista que muchos o la gran mayoría de ellos libra una gran batalla interna por la búsqueda de aprobación, pues a pesar de los millones de seguidores que pueden llegar a tener, siguen sintiendo el mismo vacío de la primera vez cuando estuvieron ante una red social, por lo que tienen que buscar a como dé lugar cubrir su propio horror vacui con su empoderamiento.
No nos podemos engañar, desde luego ellos no aman a nadie por lo que son totalmente narcisistas y la manera en que se manejan algunos de ellos a través de sus plataformas, invita de una manera silenciosa a sus seguidores a afectar su persona desde una temprana edad, arrancándoles su propia subjetividad e imposibilitándolos en muchos casos a tener un criterio propio, convirtiéndose así en los llamados haters.
Si no fuera así, me pregunto entonces ¿cómo es posible que existan influencers que puedan conllevar a una multitud a compartir, difundir o iniciar rumores, comentarios agresivos y hasta de odio en las redes sociales?
Simple pregunta….
Y con esto no quiero decir que las redes sociales generen necesariamente procesos narcisistas, o sean inadecuadas, pues nada es totalmente negro o blanco, tampoco hay que polarizar, pero considero necesario que la juventud comience a hacerse responsable de lo que hacen o dicen en la Internet, siendo también deber de los padres supervisar y platicar con ellos sobre lo que ven y a quien siguen ¿no creen?