Busco una tumba (la soledad es peor que la muerte)

Por Carlos Gómez
No sé cómo llegué aquí, pero es como lo que imaginé: frío, silencioso, seco, abandonado y debe estar lleno almas solitarias, aunque creo que son tantas que no sé si habrá un lugar para mí.
Llevo unos minutos aquí y ya aprendí varias verdades: los panteones no son lugares de descanso de almas, ya que están más tristes y solas que nunca, y los epitafios son la mentira más grande sobre la vida de una persona.
¿Qué dirá el mío?, mejor me espero a verlo para reírme a gusto.
Pero aquí no hay risas, o no he escuchado ninguna en estos minutos o nadie se debe reír o dónde están todas las almas que se supone deambularían por este lugar.
Vaya, por fin un alma:
¡Señor!
¡Señor, perdón, soy nuevo y no encuentro mi tumba!
¡Señor, no se vaya, llevo varios minutos perdido en este cementerio y ya me dio miedo quedarme solo, perdido y sin un lugar donde descansar!
¡Señor, hábleme, dígame qué pasa aquí, explíqueme cómo funciona este lugar porque no lo entiendo y no es cómo nos dijeron en vida!
¡Por favor, ayúdeme!
Hace unos minutos cayeron las últimas lágrimas en mi féretro y desde entonces todo está seco, abandonado y oscuro.
¡Señor!, ¿acaso usted también está perdido y no encuentra su tumba?
¡Carajo! ¿por qué no me contesta? Era sordo y mudo en vida y así siguió para la eternidad.
¡Oiga, volteé a verme por educación!
Espere, ¿qué le pasó en los ojos? No me diga que hubo una pandemia de ceguera y todos perdieron la vista y cerraron sus ojos para siempre, como usted.
¿A dónde va ahora?
Aunque no me escuché, ni me vea, ni me quiera hablar, sólo le informo que las tumbas quedan para el otro lado del pasillo y usted va rumbo a la salida.
¡Señor!, una última pregunta, ¿por qué lo que queda de su rostro refleja tanta soledad y tristeza? Así era en vida o con tanta soledad en este lugar todos quedamos igual.
¡Señor, mejor espéreme, lo acompaño a dónde usted vaya!

Porque esta soledad es peor que la muerte y ahora tengo tiempo de sobra para buscar mi tumba.