
¿Sientes un nudo en el estómago cuando tu mejor amiga/o sale sin ti, o te da pánico que tu pareja no te conteste el mensaje al instante? Como seres humanos es normal querer sentirnos queridos, protegidos y amados, pero hay una línea muy delgada entre el apego sano y el miedo la dependencia emocional.
Si la idea de estar solo o que tus personas favoritas tengan vida fuera de ti te genera ansiedad extrema, quizás estemos hablando de que experimentas una de las sensaciones más comunes entre adolescentes y jóvenes de entre 18 y 35 años: el miedo al abandono.
Hay personas que justifican y comparan la dependencia emocional como un acto de amor intenso o lealtad extrema, sin embargo, la podemos conceptualizar como una necesidad compulsiva de que otros llenen los vacíos emocionales que tú no puedes llenar por tu cuenta. Y aunque se lea fuerte, es como poner el control de tu felicidad en las manos de alguien más, llámese amigos, pareja o familia.
Pero en el fondo de la dependencia emocional se encuentra el miedo al abandono, ese motor silencioso que te hace creer (muchas veces inconscientemente) que si te quedas solo vales menos, que no eres suficiente para los demás, o peor aún, que no vas a poder vivir sin esa persona.
Aunque es común sentirlo, pocas personas identifican que tienen un problema de dependencia emocional, por lo cual, reflexiona si te identificas con alguno de estos comportamientos:
Celos injustificados: No solo en pareja, sino con amigos. Te molesta que tu mejor amigo/a tenga nuevas amistades o planes con otras personas.
Cancelar planes propios: Dejas de lado tus pasatiempos, estudios o amistades con tal de estar siempre disponible para esa persona “importante” en tu vida.
Intromisión: Sientes que tienes derecho a opinar, decidir o incluso controlar las relaciones o decisiones de los demás y te “enganchas” en sus problemas como si fueran tuyos.
La ley del hielo: Cuando te sientes herido, en lugar de comunicarte, aplicas la ley del hielo o te victimizas, buscando manipular emocionalmente al otro para que se sienta mal y regrese a ti.
No poder estar solo: Sientes la necesidad constante de proponer activamente planes o “ideas fantásticas” porque la soledad te aterra.
Si te resonó más de uno, déjame decirte que ese miedo no sale de la nada. A menudo proviene de experiencias tempranas donde nos sentimos inseguros o poco amados que desencadenó una baja autoestima y la creencia de que necesitamos de alguien más para estar feliz.
La buena noticia es que esto se puede trabajar y el secreto radica en construir autonomía para que puedas elegir compañía desde la libertad, no desde la necesidad. Por lo cual empieza por adoptar las siguientes herramientas que te ayudarán a estar feliz contigo mismo y con los demás.
Establece límites sanos: Aprende a decir “no puedo hoy” o a reconocer cuándo un problema es del otro y no tuyo, apoyando solo si te lo piden, de lo contrario, mantenerte al margen sin molestarte con los demás.
Citas contigo mismo: Intencionalmente, pasa tiempo solo, ve al cine, a tomar un café, camina por un parque, etcétera. Cuando empieces a disfrutar la soledad descubrirás que eres una suficiente compañía.
Cuida tu identidad e integridad: Recuerda que no eres la “media naranja” de nadie, eres una “naranja” completa. Retoma ese hobby que dejaste, inscríbete a algo nuevo y mantén presente que tu valor no depende de la cantidad de personas que están a tu alrededor.
Si leer esto te ha removido por dentro, es una gran señal de que necesitas construir relaciones más sanas. Considera buscar acompañamiento emocional que te ayude a reconectar contigo, recordándote que cuando te amas lo suficiente se proyecta en el traro que le das a los demás.
Teresa Juárez González
IG: @teregonzz14










