¿Quién soy yo? El desafío de descubrirme en un mundo que me etiqueta

Hace unos días una alumna me comentaba: “me dijeron que soy demasiado sensible, exagerada, complicada y rebelde. Me sentí herida y enojada porque no me identifico con ninguno de esos calificativos”. Y no pude evitar cuestionarme ¿Cuántas veces hemos etiquetado sin darnos cuenta o sido etiquetados injustamente?
En una actualidad de sobreexposición, comparaciones constantes y presión social, adolescentes y jóvenes se enfrentan a dilemas entre lo que son, lo que sienten que deben ser y lo que los demás esperan que sean. Lo cual los lleva a tomar decisiones complejas que no necesariamente están ligadas a su identidad, cualidades y valores.
Según el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación en la Ciudad de México (COPRED), se difunden entre 15,000 y 20,000 mensajes de odio cada día en redes sociales, motivados por género, orientación sexual, apariencia física, etc. Estos mensajes incluyen etiquetas como “el raro”, “la intensa”, “el que no encaja”, “la tóxica”, entre otros.
Lo anterior sumado a la influencia de ciertos personajes que promueven estereotipos de éxito, belleza y comportamiento que llegan a ser irreales provocan estados emocionales de confusión, desconfianza, autorechazo, inseguridad, pero sobre todo, deja una percepción de no contar con espacios físicos y digitales seguros para expresarse y expresar dudas y miedos.
Como adultos que se relacionan con adolescentes y jóvenes tenemos una tarea importante: promover espacios de escucha activa y auténtica donde puedan “ser” sin sentirse juzgados o corregidos todo el tiempo. Para ello es importante mirar adentro para identificar aquellas etiquetas internas que nos damos y cómo estas limitan o sesgan la manera en que miramos y guiamos a las nuevas generaciones.
En esta tarea, una de las mejores herramientas aliadas es la validación emocional que no es más que reconocer, aceptar y comprender los sentimientos que una persona expone sin juzgarlos, minimizarlos o intentar cambiarlos.
Por ejemplo: si un joven dice: “estoy harto de todo, siento que nadie me entiende y que no importa lo que haga, siempre está mal”, podríamos validarlo de la siguiente manera: “Puedo percibir que estás muy frustrado. No debe ser fácil sentir que nada de lo que haces es suficiente, pero estoy aquí para escucharte, cuéntame más.” De esta manera, se reconocería su emoción, no se intentaría juzgar ni corregir, se abriría el espacio al diálogo y se fortalecería la confianza.
Para adolescentes y jóvenes el reto quizá es mayor. Se trata de responderse a las preguntas ¿Quién soy yo más allá de lo que otros dicen? ¿Cómo quiero ser reconocido por los demás? ¿Soy congruente con lo que soy, quiero y demuestro? Y buscar referentes que comulguen con sus personalidades sin dejarse influenciar por modas. O bien, permitirse cambiar, siempre y cuando sea por convicción y no por obligación.
Para adolescentes, jóvenes y adultos que los acompañan es vital recordar que el descubrirse a sí mismos es un viaje que requiere valor y acompañamiento. Pero es importante abrirse al diálogo y dejar las etiquetas a un lado para cambiar, crecer y reaprender de uno mismo y los demás. Dejemos de etiquetar y empecemos a mirar con empatía: ahí comienza la verdadera identidad.
En un mundo que etiqueta, descubrirte sin miedo es un acto de amor propio.
Teresa Juárez González
IG: @teregonzz14