Reflexiones sobre el arte de saber callar

Raúl Torres Salmerón

Es toda una filosofía el saber callar. Muchos autores, pensadores y filósofos tienen sus frases.

La Biblia en los Proverbios indica que “hasta un necio pasa por sabio si guarda silencio; se le considera prudente si cierra la boca”. Confucio señala que “el silencio es el único amigo que jamás traiciona”.

Aristóteles filosofa en que “el hombre es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios”. Catón de Utica define que “la primera virtud es frenar la lengua, pero es casi un dios quien, aun teniendo razón, sabe callarse”.
Friedrich Wilhelm Nietzsche explica que “el camino a todas las cosas grandes pasa por el silencio”. Sigmund Freud aconseja que “uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla”. José Martínez Ruiz, más conocido como Azorín dice que “si lo pensamos, veremos que muchos de los disgustos que nos sobrevienen, lo son por palabras innecesarias “. Ernest Hemingway sentencia que “se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar”.

Según Aristóteles, el silencio tiene diversos modos. El silencio de los que ocasionalmente no tienen nada que decir, el silencio de los estúpidos, el silencio de los que no quieren decir algo en que están pensando, el silencio de los prudentes y los astutos y el silencio de los tímidos.

Y ya metidos en honduras, en esto del silencio, también está “la música callada del toreo” de José Bergamín que los taurinos conocen. El arte mágico y prodigioso de torear tiene también su música por dentro, por fuera y es lo mejor que tiene. Se trata de música para los ojos del alma y para el oído del corazón, el tercer oído del que habló Nietzsche: El que escucha las armonías superiores.

Con el tercer oído del corazón, Thomas Carlyle escuchaba cuando decía que “el pensamiento más profundo canta”. Esa música, ese canto, el que oímos cuando escuchamos atentamente el toreo para verlo mejor, es “oír con los ojos, ver con los oídos” como aconseja la Biblia, es ver cómo se queda, se aposenta la música en el aire, cómo se oye su luz en el corazón.

Antoni Gutiérrez-Rubí, Asesor de Comunicación y Consultor Político, publicó en El País:

“En política, en nuestros tiempos, el silencio no tiene quien le escriba. Ni lo practique. Vivimos en una sobrexposición verbal permanente. Las palabras nos liberan, sí; pero también nos ahogan. Los charlatanes (los chamanes que diría Víctor Lapuente), colonizan nuestro espacio público. Pero a lo largo de la historia, el silencio sí ha sido objeto de grandes valoraciones, muy profundas y que hoy son de actualidad permanente.

“Desde la filosofía de Confucio (El silencio es un amigo que jamás traiciona), pasando por la cita atribuida a William Shakespeare (Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras), o a las enseñanzas del Abate Joseph Antoine Toussaint Dinouart, un eclesiástico que escribió, en 1771, un delicioso ensayo con un título muy pertinente: El Arte de Callar.

“En esta obra, el Abate nos aconseja sobre las virtudes y los requisitos del silencio, como el pilar fundamental del arte de hablar: «Sólo se debe dejar de callar cuando se tiene algo que decir más valioso que el silencio». Dinouart nos alecciona ―incluso― sobre el sentido táctico del silencio y sobre las condiciones que lo convierten en transformador.

“El silencio es necesario en muchas ocasiones, pero siempre hay que ser sincero; se pueden retener algunos pensamientos, pero no debe disfrazarse ninguno. Hay formas de callar sin cerrar el corazón; de ser discreto, sin ser sombrío y taciturno; de ocultar algunas verdades, sin cubrirlas de mentiras. Es una obra actual, como todas las obras morales”.

El Filósofo español Ramón Alcoberro, ha escrito para los tiempos que nos han tocado vivir:

“Vivimos en un mundo tan lleno de ruido y de palabras insignificantes que fácilmente añoramos la reflexión callada y por eso cada vez intuimos más que callar es también una forma de hablar.

“En una época que no sabe estar en silencio y en qué cualquier necio –por anémico que sea- se imagina que es todo un sabio, el Abate Joseph Antoine Toussaint Dinouart hace una propuesta que nos resulta inactual con todas las de la ley. Callad, simplemente callad y descubriréis que el silencio tiene reglas, tiene método e incluye una sabiduría de vida”.

Y agrega con Dinouart: “No es suficiente, para callar, con cerrar la boca y no hablar”. La cuestión es que “hace falta saber gobernar la lengua, ver en qué momentos es necesario retenerla o darle una libertad moderada; hace falta tener una firmeza inflexible cuando se trate de observar, sin equivocarse, todo aquello que consideramos necesario callar y todo eso supone reflexiones, luces y conocimiento”.

Este pequeño compendio de sabiduría, sigue plenamente vigente 254 años después…

En fin, como dice el cante flamenco:
Dijo al suspiro el silencio:
yo digo lo que tú quieres
decir y no estás diciendo.

Dijo a la lengua el suspiro:
échate a buscar palabras
que digan lo que yo digo.

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