Discurso y efecto

César Pérez González

@Ed_Hooover

Como Salvador Novo, nadie. Aseveración que la historia literaria reciente lo ha corroborado. Humor punzante; palabras elegidas casi por decreto milimétrico, desafiante al discurso establecido por moralistas, el círculo rojo del cual –en su momento– fue crítico e integrante. Mordaz y brillante. No son calificativos sin sustento, mucho menos epítetos convertidos en lugares comunes, al contrario, son parte de su definición mejor.

​Novo, como gran parte de su generación lo entendió, tuvo que hacer del lenguaje un arma expresiva que fuera a prueba de todo, inclusive, de su carácter. Ávido lector, humorista, creó un estilo narrativo que apuntara en exhibir las deficiencias de todo aquel considerase eje de confrontación.

​Amistad, intereses, gusto y diversión, las excusas para ello no faltaron al grado que estableció en su quehacer periodístico una línea que –por desgracia– se ha ido perdiendo. Las razones bien pueden figurar en la suerte que corrió el mismo grupo de Contemporáneos –al que perteneció–, entre olvido y desuso.

​Es decir, aquella frase de “forma es fondo” no sólo aplica para el mensaje en sí, al contrario, se requiere de habilidades polemistas que aprovechen hasta errores propios para regresar la “jugada”; quien no habla, no escribe y si lo hace, generalmente, lo realiza mal. Falla el contenido o el medio: son elementos que van de la mano, indivisibles y –si quiere verse de tal forma– terminan siendo “omnipotentes”.

​Referirse a Salvador Novo tiene un objeto: no basta pertenecer a un círculo polemista, como el periodístico, por ejemplo, sino debe efectuarse con responsabilidad, eje básico de cualquier personaje que tiene en sus manos la habilidad de transmitir puntos de vista –no así únicamente ideas–. Se trata al final de adueñarse de esta bondad ética, también en algunos casos, sufrirla; no excusarla.

​Implica –asimismo– lograr decir lo mismo con demás palabras; apuntalar el discurso con estructuras fuertes que soporten “embestidas”, como ahora llaman, porque la violencia no es necesaria; al contrario, existen herramientas lexicales, juegos de palabras, el sarcasmo en su manera natural ante lo cual todo acto provocativo está por demás.

​Salvador Novo lo entendió, de ahí que su legado se inscriba en la columna y crónica, hacia donde –me atrevo a decir– apunta Héctor de Mauleón. Sin embargo, no se puede “incendiar” la casa y mirar a otro lado, no en estos tiempos, ya es una exigencia moral que supera por tanto lo denominado “políticamente correcto”, pues la palabra es un arma de dos filos.

​Por eso no es necesario “hacer leña del árbol caído” o enumerar personales, pero sí aprender de los errores y no cometerlos, sin que parezca “curarse en salud” a costa de alguien, de algunos otros. El alcance del lenguaje es poderoso, vale aún comprenderlo para usarlo con inteligencia y responsabilidad; cada uno elegirá su vía pero la sugerencia es mediante ética.

 

¿Cultura?

Hablando de “discurso”, es imposible no considerar el tema cultural en lo que va de las presentes campañas electorales. Hasta el momento no ha sido un tópico central en agendas de candidatos. Más allá de instituciones o dependencias que tengan bajo su responsabilidad este rubro, bien puede caber la pregunta: ¿y la cultura?

​No como un concepto general, sino ahondar en los detalles; han sido colectivos independientes quienes han dado la cara por este aspecto, universidades se suman con valiosas actividades, pero también existen grupos que piden conocer hacia dónde apuntan y qué ofrecen.

​A “botepronto” permanece el vacío de lo que fue la Casa del Escritor y su legado, ahora inexistente. Espacios que al menos una generación se apropió y supo explotar; talleres literarios que –en su momento– compitieron en oferta y personajes con la Ciudad de México, Zacatecas, Monterrey o Guanajuato.

​Es un pendiente que todavía no ha salido a la luz, esperando –sin pensar mal– que más adelante sea tratado. Insisto, es una cuestión de ausencia que a la fecha sigue latente en quienes se beneficiaron –a la buena– de lugares de este tipo y compartieron la mesa con sus participantes en días que se extrañan sin remedio.